Había aceptado aquel billete a pesar de la inquietud que me producía aquella monstruosidad donde debía montarme. Debía ser valiente, como me decían, y yo agachaba la cabeza y alimentaba mis temores en secreto.
Ahora ya no hay vuelta atrás.
Me empiezo a concienciar de esto sólo cuando se cierra la compuerta de la nave y me percato de que mirar hacia el frente, una pared de polímero blanca, es lo mismo que apuntar al cielo. Un ruido gaseoso de presurización gorgotea durante unos segundos. Observar por la ventanilla como se separa la plataforma de lanzamiento de la nave al ritmo de una carrera de caracoles no hace sino acrecentar el cosquilleo que remueve mis entrañas. Por suerte para mí, una azafata reclama nuestra atención porque quiere que reproduzcamos una coreografía pedagógica sobre como abrocharnos los cinturones.
Ahora ya no hay vuelta atrás.
Una sacudida titánica hace vibrar mi corporeidad; deduzco que habrá comenzado la ignición de los inmensos tanques de combustible unos metros bajo mis pies. Se ha desatado un infierno. Compruebo por la ventanilla como ascienden los humos que escupe la fragua de Vulcano y a mi mente no se le ocurre otra cosa que desear: ojalá ser vapor. La insonorización de la cabina resulta insuficiente para acallar los chispazos violentos derivados de la combustión que azotaba aquel delicado equilibrio, sobre la base del cohete. Las vibraciones de la cabina, transmitidas a los asientos y a las personas, ganan en frecuencia e intensidad progresivamente; el zarandeo vacía todos mis pensamientos y, entonces, sólo me queda el miedo; el miedo llega a mis ojos, a mis lacrimales, y libera unas gotas cargadas de temor, ansiedad, impotencia, rabia. Estas pequeñinas escapan de los párpados cerrados, recorren mis carrillos enrojecidos y bordean la comisura de mis labios como si no les afectasen las vibraciones, quizás porque no lo hagan.
Ahora ya no hay vuelta atrás ni por nada del mundo.
De repente, me asalta una sensación inquietante: percibo una fuerza misteriosa como un vórtice que empuja a mis vísceras fuera de su posición habitual generando un vacío desasosegante. La boca del estómago se contrae instintivamente a la altura de la cadera; el corazón bombea temor para todo mi cuerpo a la altura de la axila izquierda; el hígado se convierte en un saco inerte atrapado en el laberinto intestinal. Estamos ascendiendo. No es un pensamiento, pues las vibraciones impiden esta acción, sino una intuición primitiva, simple, dispersa por el torrente de adrenalina que corre por mis arterias sosteniendo al temor que aún me atenaza. Mis pies comienzan a despegarse tontamente de la moqueta y mis piernas se vuelven más ligeras, más libres, menos artificiales. Pronto, los brazos se unen a esta coreografía estúpida que sólo deben entender las extremidades, flotando lelas en una atmósfera artificial a la que no sabe de la gravedad del asunto. La vibración cesa súbitamente. Nos invade de puntillas lo que debe ser su antítesis: un silencio asombroso, inmenso, acongojante. Miro por la ventanilla y lo constato. Es el silencio de la eternidad bajo el testigo de los luceros ancianos.
El Universo me mira a los ojos directamente, me libera de los grilletes del miedo y me da baja la mandíbula para que pueda exhalar una bocanada asombrada de aire embotellado. Somos una botella flotando en un mar infinito. El Universo me lleva a que no me preocupe por el vórtice de vacío de mi interior ni por sentirme como un guiñapo. Mi mente ahora no la ocupa el temor sino que conviven la incredulidad, el respeto o la fascinación. Yo no puedo pensar en nada, tan sólo me dejo llevar. Ni siquiera me hubiese percatado de que seguía teniendo los pómulos humedecidos por las lágrimas miedosas de no haber sido porque la azafata coreógrafa me señaló los pómulos con sus pupilas de azabache cuando me preguntó si deseaba alguna bebida. No, gracias, bastante tengo con lo mío. Me fijo que ella camina por el pasillo central gracias a unas zapatillas de velcro que se adhieren a la moqueta. Unos instantes después, descuelga un comunicador que hay junto a la puerta de la cabina y, tras carraspear, comienza a pronunciar:
Sean bienvenidos a este viaje de descubrimiento gracias al que visitaremos mundos asombrosos. Como alguien nos ha hecho saber que no dispone de folleto informativo (¡yo tampoco lo tengo!), voy a hacerles un resumen de nuestra travesía. En primer lugar, visitaremos Remando en la Arena, un planeta de respeto, educación y compromiso social. Siguiendo esta línea, nos desplazaremos a un sistema cercano para conocer Educación, Familia y Sociedad, hogar de un campeón de artes marciales que prefiere llevar una vida mucho más pacífica y comprometida con los demás. Aunque para ver otro grado de compromiso tendremos que llegar a EducaT, donde podremos aprender de su compromiso para alcanzar una sociedad menos discriminatoria y más saludable donde vivir en la Tierra. En el planeta Hic et Nunc está impregnado del saber utilísimo de los antiguos, los pilares fundamentales de nuestra identidad, y en Puertas y Palabras se nos abrirá ante nosotros la lengua más romántica de todas. Sapere Aude y Mena de curiosidad serán las siguientes paradas de nuestro viaje, unos mundos vibrantes donde el rigor científico y el espíritu crítico han sido cultivados cuidadosamente, y cuyos frutos son ya patentes. En una línea similar se encuentran María Mareada y Las diferencias son sumas, hogares de las imprescindibles Matemáticas sin las cuales este viaje no sería posible. Por último y más importante, alegraremos el final de la ruta con lo mejor que hemos inventado: ¡música! Las dos últimas paradas, en Nella música è la risposta y Una ladrona de melodías, contribuirán a dibujar una sonrisa en esos rostros que están ahora tan cenizos. Espero que disfruten del viaje y que nunca, nunca, dejen de explorar.
Ahora ya no hay vuelta atrás... tampoco la quiero.
[Agradecimientos a todos los compañeros y compañeras, independientemente de que os haya nombrado o no, por dedicar vuestro tiempo a estos blogs.]
Cada día te superas más... Cada palabra que escribes engancha, te lo repito, me has tenido pendiente desde la primera línea.
ResponderEliminar¿Seguro que eres físico? Mira que como escritor...
ERES ORIGINAL, pero con respecto a esto te digo que es muy original que plantees el ranking como un viaje con el que has logrado que se me pongan los pelos de punta. GRACIAS :)
Ya sabes que... Verba volant, scripta manent.
Ya lo hemos hablado en clase, pero ¡al diablo! Muchas gracias por tus palabras porque realmente esta entrada consumió un poquito más de tiempo del que originalmente tenía planeado... se me fue de las manos xD.
Eliminar¡Qué bonita forma de relatarlo, Pelayo! Me ha encantado, muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por tus palabras y tus comentarios :)
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUna manera muy original de hacer un ranking.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Pelayo!
Simplemente pensé que había que darle un poco de vidilla... muchas gracias por tus palabras Ana y espero que hagas alguna entrada más de las preciosas Matemáticas jeje.
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