Un gran poder conlleva una gran responsabilidad; la acción tutorial.


 "Und wir sind dann Helden / für einen Tag.

Y seremos entonces héroes / por un día." 

David Bowie - Helden

La tutoría supone un desafío para los docentes que no muchos aceptan con goce y alegría sino que recogen la responsabilidad con pesadumbre, desilusión e, incluso, temor. A nadie se le escapa que (aspirar a) convertirse en una brújula o guía de un grupo heterogéneo de adolescentes a lo largo de un curso escolar sólo puede lograrse después de una cantidad de trabajo inmensa por parte del adulto sujeta a otras inclemencias, en principio, incontrolables como pueden ser las dinámicas de algunos subgrupos dentro del aula, de los propios compañeros docentes o de las familias. Por otro lado, la acción tutorial presenta una variabilidad notable dentro de un mismo centro debida a las necesidades específicas de cada nivel (un tutor de primero de Bachillerato debe prestar, generalmente, una atención a cuestiones relacionadas con la convivencia menos intensa que la de un tutor de segundo de ESO). La acción tutorial debe guiarse a partir de la consciencia del contexto educativo y sociocultural particular de los adolescentes; pretender saltarse esta norma desemboca en frustración, tristeza, rabia y sensación de inutilidad. Es como chocar contra una ola durante un temporal.

A pesar de todo esto, los tutores ideales presentan una serie de características intrínsecas a su personalidad de las que podemos aprender de cara a nuestro futuro desempeño (asúmalo si no lo ha hecho, va a ser tutor en cuanto llegue a un centro). Creo que en lo personal destacan por su empatía hacia el adolescente y su capacidad para saber escuchar (que es oír con atención) para resolver los conflictos o las tiranteces que se originen con el paso de los meses escolares. También deben ser afables, sonrientes, tranquilos, representar una porción de tierra firme y segura sobre la que los alumnos puedan sostenerse en caso necesario. Seguro que existen otros muchos rasgos que podamos imaginar acerca de este grupo de tutores, como la paciencia, mas defiendo que estas cualidades personales son las más necesarias y, por tanto, la base de toda personalidad de un tutor ideal.

La experiencia y el aprendizaje mediante cursos de formación han permitido también al tutor adquirir una serie de competencias profesionales que contribuyen positivamente a la realización de su labor tutorial, volviéndola más sencilla y manejable. La adquisición de amplios conocimientos teóricos y prácticos les dota de una gran convicción para cada una de sus acciones. En este sentido, dentro de unos parámetros variables que resultan inalienables en cada situación particular, sus propuestas e intervenciones no son producto de la improvisación sino de un elaborado plan que representa para ellos una hoja de ruta segura para alcanzar los objetivos del bienestar educativo en todos y cada uno de sus alumnos; dicho de otro modo, son hábiles en la planificación. Esto nos lleva a que, indefectiblemente, el tutor haya desarrollado su capacidad de trabajo en equipo para colaborar con otros miembros de la comunidad educativa (compañeros docentes, familias, agentes sociales, etc.) en la confección de estrategias de aprendizaje integradas en el entorno de sus alumnos para facilitarles el proceso de adquisición de los estándares. También hacen gala de una elevada capacidad de persuasión desarrollada a partir de un dominio de sus habilidades comunicativas (verbal y no verbal) que les permite manejar hasta a las personalidades más díscolas o reticentes de su clase con el ánimo de inculcarles la importancia de su formación intelectual y social. También se puede relacionar lo anterior con la habilidad conocida como escucha activa. No podemos olvidarnos de su asertividad, cualidad que les dota de los arrestos necesarios para denunciar aquellas situaciones contraproducentes para el desempeño de su labor y reclamar la mejora de las condiciones para su tutoría, bajo el marco legal de derechos establecidos por cada región o país. Igual que en el caso de los rasgos de la personalidad del tutor ideal, existirán otras competencias relevantes para el tutor que yo no alcanzo a vislumbrar en esta apresurada reflexión nocturna. ¿Se te ocurre alguna? ¡Déjala en comentarios!

Titular esta entrada con una frase de súper héroe, incluir al tío Ben y citar uno de los versos que más me tocan de David Bowie no responde a un impulso por el clickbait sino que me sirve de apoyo para mi pequeña reflexión final. Creo que, a lo largo de nuestro desempeño educativo, debemos aspirar a ser percibidos en alguna ocasión, por efímero que pudiera ser el momento, como héroes a ojos de nuestros alumnos. Tenemos la responsabilidad de guiar a las generaciones venideras por un escenario embarrado, de transportar unos cestos de ropa manchadiza desde un lavadero hasta una casa a través de un suelo deslizante y traicionero, y debemos esforzarnos tanto como podamos por conservar la ropa lo más limpia posible; de ello depende no sólo nuestro bienestar sino el futuro de nuestra sociedad. Deseo que todos y todas podamos resonar en las mentes de nuestro alumnado a lo largo de sus vidas como esos valientes héroes que lograron enseñarles el valor de la solidaridad, el compañerismo, el espírituo crítico, las competencias digitales y otras tantas cosas que me dejo en el tintero o que ni siquiera soy capaz de concebir a estas alturas de la vida. La aspiración de un tutor de carne y hueso debería ser esa: lograr ser héroes por un día.

 

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