Conociendo a los Winteler, la familia que salvó a Albert Einstein.

Izquierda a derecha: Marie, Maja (Einstein), Paul, Anna, Jost, Pauline y Rosa Winteler (1900).

La ciudad suiza de Aarau fue el destino final de un adolescente desmotivado y hastiado por la vida de instituto (Gymnasium) en la Alemania de 1896. Era una tarde golpeada por un sol frío que observaba distante la vida tranquila del oasis suizo, donde las cumbres de los Alpes que circunscriben la villa del cantón de Aargau tocaban con sus garras afiladas las nubes que comenzaban a aglutinarse en el cielo mantecoso (cualquiera apostaría que nevaría al día siguiente). El joven no se fijaba demasiado en ese paisaje, sino que le atraían más otras cosas más acuciantes como localizar a su mesías entre los grupúsculos que pululaban por el andén de la estación.

Este adolescente de dieciséis años había suspendido su examen de entrada a una de las mejores escuelas universitarias del ámbito germánico: la politécnica de Zúrich (ETH Zürich). Se trataba de una prueba compleja que requería de un nivel de excelencia académica incuestionable, lejos del alcance del común de los mortales. Una cuestión de élite. Y el arrogante Albert se había propuesto presentarse a ella sin obtener aún el diploma de bachillerato porque pensaba que estaba suficientemente capacitado para sumergirse por completo en el mundo de la Física. Pero la realidad le golpeó con un tortazo: tenía carencias significativas en asignaturas como Lengua alemana, Política o Literatura Clásica. La didáctica de los Gymnasium alemanes como el que asistió en Múnich se articulaba (a ver si os suena) a partir de la máxima del aprendizaje repetitivo o mecánico, con un énfasis en el militarismo, la disciplina y la obediencia a la autoridad (estas características ya las expuse al hablar de Las tribulaciones del estudiante Törless). Estos métodos desquiciaron a un joven inquieto, capaz de entender a nivel universitario La Crítica de la Razón Pura con tan sólo 14 años (a voluntad propia) y de interiorizar las leyes de Maxwell del Electromagnetismo cuando le estaban saliendo cuatro pelillos en la cara pero incapaz de obtener ni siquiera notables en sus odiadas asignaturas del campo de las Letras; aprender sobre las peripecias de los argonautas a través de una receta que memorizar resultaba extremadamente menos apetecible que dejar volar su imaginación con las Matemáticas en la resolución de problemas o acertijos. Y, por muy doloroso que fuese suspender la prueba de acceso, Albert no tenía ninguna gana de volver a la cárcel. 

Tuvo suerte. A través de un amigo en común, Herr Winteler accedió a tomar bajo su cargo al hijo mayor de Herr Einstein (Hermann) con el objetivo de que consiguiera el diploma suizo de bachiller y mejorase sus calificaciones en las asignaturas de Letras que tanta desazón le producían. Jost Winteler era profesor de Historia y Griego en una de las escuelas de Aarau, la Kantonsshule (Escuela del cantón), cuya línea pedagógica no era la repetición sino el descubrimiento y la estimulación del espíritu crítico. Era un pensador liberal con toques spencerianos (liberales ilustrados de aquella época como el padre de Jorge Luis Borges), declarado pacifista e internacionalista y defensor de un socialismo democrático que ya había sido capaz de reconducir previamente, junto con su familia, a otros estudiantes "descarriados", lo que daba pequeñas esperanzas a los Einstein de que fuesen capaces de rescatar al deprimido Albert, si bien él se preguntaba lacónicamente: ¿cuán diferente podrá ser de lo que conozco si está tan cerca (geográficamente)?.

Jost esperaba aquel día en la estación con la ilusión lógica de conocer a este adolescente brillante pero desquiciado. Localizó a Albert entre los viajeros que descendían por la escalerilla de un vagón, llamó su atención, se dirigió hacia él y lo abrazó con efusividad (los abrazos eran absolutamente raros en público). A continuación, Jost y Albert emprendieron un recorrido que descubriría al recién llegado algunos de los principales recovecos de la coqueta ciudad suiza antes de terminar frente a la puerta de aquel edificio de que aprendería a llamar hogar. Aunque, más importante que el edificio en sí, eran las personas que lo habitaban, su otra familia. El adolescente reprimido comenzó a percatarse del ambiente liberal que reinaba en aquella casa donde se leía en alto en la mesa del salón después de algunas comidas y se animaba a los individuos a expresar sus opiniones y críticas como instrumento de generación de debate racional acerca de temas tan diversos como la Poética de Aristóteles, el militarismo, el socialismo o Elegías romanas de Goethe. Si acaso hubiese terminado en los muros de esa casa la estimulación intelectual, probablemente Albert no hubiese guardado con tanto cariño los recuerdos de aquel curso académico, pero se encontró con una Kantonsshule asombrosamente orientada al desarrollo académico y ético del individuo bajo la mera supervisión de un profesor cuya figura se percibía no como una autoridad militar sino como un guía respetable con quien se podía plantear debates y estar en desacuerdo. Bajo este nuevo prisma, el joven Einstein desarrolló un apego sincero a las materias que antes tanto lo irritaban; la escuela dirigida por Jost Winteler le enseñó que el latín es algo más que una serie de declinaciones, que la democracia ateniense tenía un ambiente político vibrante y dinámico alejado de una lista de características que debía aprender de memoria para el día de una prueba. Eintein aceptó las Humanidades como componentes necesarios para un desarrollo personal completo. Creo que no es necesario comentar lo que pasó con sus calificaciones en dichas materias...

Toca hablar ahora de una de las personas que salen en la foto. Si Albert llamaba Mama a Pauline y Papa a Jost Winteler, también llamó amor a Marie Winteler. Las fabulosas máquinas del tiempo que son las fotografías nos permiten recuperar su aspecto (ver imagen).

Los dos jóvenes fueron víctimas de un poderoso flechazo de Cupido. Era dos años mayor que él, tenía dieciocho durante el comienzo de su romance, y se trataba de una mujer risueña, despierta, madura, amante de la Música y los idiomas, como no podía ser de otra manera dado el ambiente que la había acompañado desde pequeña, si bien las Ciencias no le resultaban tan interesantes. Se cuenta que Albert y ella acostumbraban a tocar el piano de la casa durante las reuniones familiares o después de la cena a modo de conexión espiritual, si bien no disponían de demasiada privacidad en el hogar para hacer esas cosas (no me cabe duda de que se las ingeniaron). Marie ayudaba a Albert con tareas de Letras gracias a su comprensión superior de materias como el francés y la literatura alemana para que le resultase más sencillo avanzar en el conocimiento. La amor de joven Winteler hacia Albert fue un complemento absolutamente fundamental en el desarrollo afectivo del adolescente que hasta entonces había estado bastante recluido en sí mismo. Einstein entusiasmado por la asistencia intelectual y emocional de la entrañable Marie hasta el punto de que le relató su primer Gedankenexperiment o experimento mental:

Esta simulación realista de un agujero negro para la película de Interstellar debe mucho su existencia a Marie Winteler, el primer amor de Albert Einstein.

- Si montases en un rayo de luz, Marie, ¿qué crees que verías?

Esa frase, amigos y amigas, es el pistoletazo de salida de la Relatividad Especial y de una de las épocas más brillantes de una de las mentes más brillantes que han podido destaparse en nuestra historia, un camino a lo largo del cual hemos perdido incontables mentes fabulosas como las de Albert Einstein por querer encarcelarlas dentro de unas jaulas   cuyos perjuicios han sido probados pero que nos resistimos a romper por chovinismos ideológicos o pereza intelectual. Encontrar ejemplos de educación verdaderamente transformadora a finales del siglo XIX deja en mal lugar a muchas de la escuelas de la actualidad, si bien es cierto que existen contextos educativos radicalmente distintos que no hay que tomar a la ligera. El éxito de experiencias como éstas nos deben dar a los docentes una ilusión por la existencia de verdaderos caminos exitosos que permiten potenciar el desarrollo del individuo, luego del grupo, en disciplinas transversales.

Quiero terminar con una opinión personal basada en mi experiencia personal como alumno  quien le inculcaron la existencia de una dicotomía falaz. Las Ciencias son muchísimo más que un conjunto de ecuaciones y estadísticas de la misma manera que la Divina Comedia es infinitamente superior que un conjunto de círculos por los que los protagonistas se mueven en un viaje. Sin embargo, la mayoría de los mortales no alcanzamos a ver estas realidades porque se nos hace escoger entre una manera de pensar u otra. Y he aquí el error criminal de nuestra sociedad: no creo que haya que ser de Ciencias o de Letras; si uno aspira a construir un individuo del que sentirse orgulloso, debe ser desde las Ciencias Y las Letras. Díganselo a Albert Einstein, a quien lo salvó la Ética de una familia y la Didáctica de una comunidad educativa.

[Para quienes querráis profundizar en el tema, os dejo tres recomendaciones:

  • Entrada sobre Jost Winteler en la Wikipedia inglesa.
  • Primera temporada de la serie Genius de National Geographic dedicada a la figura de Albert Einstein y donde aparece su estancia suiza de instituto.
  • La biografía "Albert Einstein: His Life and Universe" de Isaacson Walker.
Esta entrada es un popurrí de información que extraje de estas tres fuentes.]

 


Comentarios

  1. Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :) y más que hayas nombrado a Borges (grandísimo autor), escribes genial, me sigues enganchando. Y sí, creo que un individuo está completo con una unión de las dos disciplinas. Gracias por abrir miras :)

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    1. Gracias por tus palabras :) ¡Me alegro de que te haya llegado! Espero también que esta historia la grabemos a fuego en nuestra piel para lucir con orgullo eso de que no podemos ser sillas cojas y logremos transmitírselo a nuestros futuros alumnos y alumnas.

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  2. Yo también me considero de ciencias Y de letras. Soy fan de esta entrada, me leí un libro sobre la vida de Einstein porque me parece súper interesante. Gracias por resumirlo todo tan bien. Un abrazo!

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    1. ¡Gracias, Cris! ¡Viva la transversalidad! Además, cuando lees sobre Einstein, te das cuenta de que su vida y sus experiencias son casi tan emocionantes como sus ideas científicas.

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