Una burbuja de tranquilidad: la singularidad educativa castellanoleonesa.

"El pasado es arcilla que el presente labra a su antojo. Incesantemente" J.L. Borges.

La situación extraordinaria de los niveles educativos en la comunidad de Castilla y León (CyL) ha sido reconocida a nivel internacional a través de los informes PISA, que examinan una serie de competencias relativas a la lectura, las ciencias y matemáticas en países de la OCDE. Las calificaciones de los alumnos castellanoleoneses figuran en las posiciones más destacadas del ránking internacional, compartiendo el nivel de los finlandeses. El panorama de CyL se ha convertido en un motivo de orgullo por parte de una clase política que no se cansa de presumir de la "excelencia" de sus alumnos a la mínima posible así como de una palmadita en la espalda para aquellos docentes que ven como sus ruegos y exigencias adquieren un sentido tangible. ¿Cuáles son los aspectos que han propiciado la singularidad educativa castellanoleonesa?

En primer lugar, convendría aclarar porqué a CyL le debería ir peor en las pruebas educativas. Los investigadores educativos han establecido una correlación muy fuerte entre el nivel socioeconómico y el educativo siguiendo una ley de proporcionalidad directa: a mayor salario de los padres, mejores notas de los hijos (estadísticamente). En 2018, la comunidad castellanoleonesa estaba 7ª en IDH de España y, sin embargo, ha obtenido resultados consistentemente mejores que los de País Vasco o Aragón, que ocupan posiciones superiores en la lista de mayor desarrollo. Un investigador que defiende que a CyL le debería ir mucho peor es Jaime Foces Gil, quien analiza el modelo de la comunidad en su tesis doctoral titulada Desigualdades regionales y coesión del sistema educativo: análisis del caso particular de Castilla y León. El estudioso mencionó en una entrevista que los excelentes resultados de la comunidad señalan una singularidad que sólo puede encontrar explicación en razones socio-históricas. 

Los motivos principales subrayados por el autor son: alfabetización pronta de la mujer en CyL (decisivo papel de las madres con estudios superiores en la educación de sus hijos), la conciencia social por una educación de calidad y el consenso político en relación con la filosofía del sistema educativo desde que se transfirieron las competencias. Según señala Foces Gil, a principios del siglo XX la población de lo que hoy es CyL tenía una alfabertización que rondaba el 70%, muy superior a la marca de otros territorios. Aunque la escolarización llegó primero a los varones, las mujeres fueron labrándose con tesón, sacrificio, rebeldía y aguante su incorporación al mundo estudiantil habitual, sin absentismo. Esto constituyó un primer pasito gigantesco para el desarrollo histórico de la región, puesto que se ha encontrado una relación directa entre las posibilidades de lograr estudios superiores por parte de los hijos y el nivel educativo de las madres (no así de los padres). Con el paso de las generaciones se asentó una conciencia social de alta estima hacia aquellas escuelas precarias que permitieron a los mayores leer, escribir y las cuatro reglas, punto de partida indiscutible para todo el desarrollo subsiguiente. Esto ha desembocado en una sociedad que valora la educación de calidad como motor de impulso personal imprescindible. Es por ello que los políticos castellanoleoneses de distintas ideologías y consignas se han mantenido junto a los ciudadanos remando en la dirección adecuada, que promueven la adaptación a la dispersión del alumnado, a la despoblación territorial y a las políticas de convivencia escolar junto con un exigente modelo curricular. No obstante, la estabilidad política por sí sola no supone una condición suficiente como bien demuestran otras regiones españolas como Asturias o Galicia (ambas cuentan con gobiernos de larga tradición socialista y conservadora, respectivamente, y con resultados educativos inferiores a los de CyL). 

¿Es oro todo lo que reluce? No, pues todo material tiene sus imperfecciones (es un requerimiento termodinámico, no hay nada que podamos hacer). El fracaso escolar, imposibilidad de los alumnos de obtener el graduado de la ESO, es del 21%. Se trata de una cifra elevada que implica una desprotección frente al mundo laboral de muchos de los jóvenes, que se verán abocados a la encadenación de subsidios si no a otros comportamientos menos agradables (delincuencia). Se han empezado ambiciosos proyectos dirigidos a reducir al máximo posible este desagradable lunar (FP básica) pero aún queda mucho por hacer porque la mayoría de estos alumnos provienen de familias empobrecidas, atrapando a los niños en una espiral de escasez que les llevará probablemente a repetir las vidas de sus padres. Foces Gil destaca además que la heterogeneidad de criterios para titular debe ser corregida lo antes posible. Los centros rurales suponen también un asunto delicado, ya que la Junta ha destinado paulatinamente menos dinero a esas escuelas, cerrando varias a lo largo de los últimos años. Esto obliga a los niños a tener que desplazarse en ocasiones decenas de kilómetros de sus casas y, especialmente en invierno, a dejarles incluso sin asistir a clase por el estado de las carreteras. En el plano más triste, encontramos las casi 1000 agresiones a profesores en el año 2018 por parte de alumnos y progenitores, un problema creciente a nivel nacional que necesita de una respuesta contundente. Otra nota triste la pone la incapacidad del sistema laboral castellanoleonés de retener esa supuesta excelencia educativa que se marcha a borbotones año tras año a otras comunidades en busca de las oportunidades que aquí no existen.

Podemos concluir que la salud de la educación en CyL es buena, aunque aún muy mejorable. Tanta que incluso podemos presumir un poquito de ella delante de otros compatriotas y muchos extranjeros. Pero sólo un poquito, porque caer en la autocomplacencia mataría los progresos realizados. Con un brindis es suficiente.



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