Investigación en la atención a la diversidad.

 

(Esto se digiere mejor acompañado de buena música. Te recomiendo esta canción para que la escuches a la vez que lees, sin pretender interrumpir a ninguna otra.)

¿Crees en los milagros educativos? Desengáñate, NO EXISTEN esas patrañas. Ese relato simplista y vago alimenta a la dañina cultura de soterrar el esfuerzo sin parangón que puedan realizar los miembros de una comunidad educativa (profesores, familiares y alumnos) exitosa. Atender las necesidades educativas del alumnado es un derecho fundamental coartado habitualmente por la estandarización de los contenidos, la vigilancia de los poderes de oficina y el ruido mediático. Como decía en un comentario del blog de una compañera, resulta distópico que llamemos "escuelas alternativas" a las que cuentan con los programas pedagógicos más adaptados a nuestra realidad social diversa, lo que condena a la mayoría de niños y adolescentes a escapar de un laberinto escalofriante en cuya salida mucha gente no halla una satisfacción sino una condena. Un laberinto que no veo como una colección de recovecos ciegos; se trata de una "simple" línea recta que encierra un infinito tan apabullantemente sencillo como imposible y que mina la moral de los alumnos como lo hace con Aquiles persiguiendo a la tortuga (Borges dixit). 

Algo podremos hacer para resolver esto, ¿no? Cuando no se conoce algo, se debe investigar. ¿Cómo? A través del método científico, el único hilo que ha permitido a nuestra civilización tejer una delicada estructura consistente a través de los siglos, con todas sus puntadas fallidas y a medio hacer, nos ha pemitido guiarnos por sus modelos y ser capaces de predecir el comportamiento de la Naturaleza (ejemplo: determinar que el cometa Halley nos visita una vez cada 75 años). Así que manos a la obra: ¿cómo analizar y mejorar la práctica docente? Una de las cuestiones que más preocupa a los profesores de instituto, especialmente del primer ciclo de la ESO, es la motivación de sus alumnos: enseñar a una audiencia cuya voluntad se encuentra anestesiada es tarea inútil. Encontrar la manera de encender la llama del asombro desbocado (thaumazein, según me indicó un amigo) puede ser un primer paso, la primera piedra de un edificio cuyos planos no alcanzamos a descifrar. La clave que logre resolver el acertijo sólo la podremos encontrar si la buscamos subidos a hombros de gigantes (standing on the shoulders of giants): el método científico

Uno de los factores individuales que más puede reflejarse en el comportamiento colectivo del alumnado es, a mi juicio, una actitud consciente por participar de la enseñanza  articulada desde el thaumazein. La motivación extendida a la mayoría de la clase es un principio básico sin el cual resulta tedioso alcanzar un estatus de calidad curricular en la enseñanza. A pesar de lo "obvio" que nos pueda resultar esta información, no encuentro tan extendida la manía de sobre-motivar al alumnado como sí lo está su contrario: hundir a los adolescentes bajo una pila de deberes y tareas que, en el mejor de los casos, los invitan a rechazar aquello que no encuentren accesible fácilmente y, en situaciones más perniciosas, les sugieren que abandonen ese camino obtuso y se dediquen a ir con sus amigos de paseo o a realizar otra serie de actividades menos provechosas para el conjunto de la sociedad (sí, vivimos en una sociedad). ¿Cómo proponer una investigación rigurosa sobre la motivación educativa? Desde mi más absoluto cuñadismo en estos temas (empezamos regulín), considero que se podría tratar de comparar a través de un trimestre completo el rendimiento escolar de dos clases cuya distribución de calificaciones previas fuesen muy similares correspondientes al nivel de segundo de ESO pero recibiesen métodos didácticos completamente diferentes. La clase control seguiría el método convencional de clase-conferencia, sin apenas coordinación entre los docentes de las distintas materias, ni TIC ni móviles, con libros de texto tradicionales y exámenes ordinarios (individuales) sobre conceptos explicados en el aula; la clase experimental permitiría a los mismos docentes consensuar con sus alumnos un temario con base a lo establecido por la ley pero individualizado a los intereses, fortalezas y debilidades de cada persona, guiado en todo momento por el profesor, donde las horas se distribuirían de manera flexible (posibilidad de combinar materias) a partir de unas reglas básicas comunes de convivencia y contarían con la posibilidad de introducir elementos novedosos como las nuevas tecnologías y mecánicas de gamificación a la didáctica para hacerla más accesible (familiar) a los estudiantes. Al margen de valorar la evolución de las calificaciones tanto particulares como globales, también pienso que sería interesante contrastar las opiniones bien de los estudiantes hacia la escuela bien de los profesores hacia sus compañeros y sus grupos al principio y final del experimento con la ayuda de unos cuestionarios bien dirigidos. Me doy cuenta a medida que escribo estas líneas de que esta propuesta tal y como aparece presenta algunos problemas, aunque no creo que debamos llevarnos las manos a la cabeza. ¡Tan sólo es una idea! No pidamos ser perfectos a seres imperfectos.

Hay algo que nos hemos dejado por el tintero que quiero mencionar antes de concluir. Los experimentos (salvo circunstancias excepcionales) siempre se hacen después de intuir los resultados que van a producir. Qué soberbios son los científicos, ¿no? En el caso de la motivación, resulta evidente para cualquier profesor curtido en años (y a veces sin serlo) que si no se logra involucrar emocionalmente al adolescente a partir la chispa thaumazein, el sendero educativo se vuelve un puerto de categoría especial donde se quedan sin fuelle en las rampas iniciales quienes pedalean sin ningún coche de apoyo ni ninguna mano amiga que los salga a empujar para retomar la ascensión.


Comentarios

  1. Pelayo! Cierto es lo que planteas. La motivación en el aula es fundamental trabajarla y además contamos con buenas metodologías de aprendizaje que la favorece. Procuraremos incediar su asombro desbocado por el conomiento, qué salte la chispa de todo el alumnado.

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